Los máximos dirigentes de La Cámpora aprovecharon su acceso directo a la Quinta de Olivos para lanzar una ofensiva contra varios funcionarios del área económica, ante el desconcierto que existe en el “cristinismo” para enfrentar el desborde del dólar y la inflación creciente. Los planteos internos obedecen a una cuestión: el congelamiento no frenó los precios y el billete superó ayer la barrera de los 9 pesos.
El desorden ocurre porque la economía evidencia fuertes desajustes y el Gobierno está paralizado frente al problema.
La crítica de los jóvenes de la Presidenta recayó sobre las gestiones de Guillermo Moreno, Miguel Galuccio, Mercedes Marcó del Pont y Hernán Lorenzino. Ellos concentran los cuestionamientos que Axel Kicillof descarga sobre el equipo y el modo como son manejados la economía y el mercado cambiario.
A la titular del Banco Central le reprochan su pasividad y a Lorenzino su impericia para enfrentar dificultades como la deuda externa. Ayer, el papelón con la periodista griega desnudó las graves limitaciones del ministro de Economía. Incluso Kicillof trasladó sus inquietudes en reuniones secretas con banqueros: dijo que le volvió a proponerle a la Presidenta el desdoblamiento del mercado de cambios.
Con la chapa de la Presidenta, La Cámpora critica los desequilibrios cambiarios que acumula la industria automotriz, el régimen fabril de Tierra del Fuego y la política energética.
La ofensiva fue durísima contra Galuccio, a quien acusan de incapacidad en el manejo de la YPF estatal para mejorar la producción y bajar la importación de hidrocarburos. A pesar del apoyo de Cristina, los resultados no cortaron la tendencia negativa.
Durante las reuniones en Olivos, La Cámpora no profundizó en los motivos de fondo del desajuste cambiario ni en los serios trastornos que acarrea un dólar oficial atrasado. Tampoco se habló de la incertidumbre que ocasionan la falta de iniciativa oficial y el desorden del propio Gobierno.
La Cámpora sólo propone actuar sobre las consecuencias y, con el control estatal, achicar los desequilibrios externos de aquellos sectores.
Así, cuestionaron a Guillermo Moreno, cuyo principal aliado –además de las multis de los supermercados– es el empresario Ruben Cherniajowski, el mayor importador de Tierra del Fuego.
La reacción de Moreno no se hizo esperar: en las reuniones con ministros enumera los traspiés donde administra La Cámpora, como Aerolíneas y la desacertada gestión de Kicillof en el proceso de estatización de YPF.
Kicillof se escuda en Carlos Zannini para lanzar sus dardos económicos.
Nadie le perdonó a Moreno que el congelamiento de naftas haya desatado una remarcación de los combustibles.
Pero el cruce de facturas y las duras internas de los funcionarios obedecen a la incapacidad del Gobierno para articular una estrategia que corrija los manchones de la economía. Esto forma parte de una inoperancia mayor: la parálisis del Gabinete, a causa del estilo de gobierno de Cristina Kirchner.
Carlos Tomada se sinceró en privado: “Nadie sabe cómo, cuándo, ni con quién Cristina toma las decisiones.” La brutal confesión del ministro saltó el último viernes a la noche, en medio de una reunión social en el barrio de Palermo donde había varios funcionarios.
Tomada, Julio De Vido, Lorenzino, Nilda Garré y Arturo Puricelli quieren irse ya del Gobierno y aspiran a tener una oportunidad después de las próximas elecciones.
Débora Giorgi trabaja en una de las cuestiones que observó La Cámpora. La Presidenta le dio instrucciones para reducir el desbalance comercial que genera el acuerdo automotriz con Brasil. La ministra así lo anunció: “Debemos reducir el déficit sectorial de las terminales”. En un acto en Tecnópolis hubo un gesto político inusual: Giorgi estuvo acompañada por Moreno, con quien trabaja en forma conjunta por pedido Cristina Kirchner.
El tema asomó en el diálogo de ayer, entre la Presidenta y Dilma Rousseff.
El gobierno de Brasil está molesto con la Casa Rosada por las dilaciones en resolver los problemas bilaterales.
En diciembre, la propia Cristina se había comprometido a dar una respuesta sobre esas quejas. En la cumbre de Brasilia, Dilma planteó el problema de Vale y la Presidenta argentina le respondió: “Si no hay una solución económica para la empresa, vamos a darle una solución política.
” En concreto, la minera no quiere hacer una inversión de 6.000 millones de dólares a un tipo de cambio atrasado de 5,18 pesos, cuando los costos internos crecen al ritmo de la inflación real. El valor del dólar actualizado que recibió Cristina Kirchner en el 2007, hoy tendría que ser de 6,70 pesos.
El diálogo bilateral estaba roto, pero fue encausado en noviembre por la Unión Industrial Argentina. Ignacio de Mendiguren mantiene una fluida comunicación con Dilma Rousseff, con quien coincide en la necesidad de una economía desarrollista para el Mercosur. Ambos tendrían un encuentro a solas, a la brevedad, posiblemente en Brasil.
Héctor Méndez –tal como lo anticipó Clarín– es el nuevo titular de la UIA. El acuerdo se confirmó el martes y así los industriales le pusieron freno al deseo de la Casa Rosada de intervenir en la central fabril. También enviaron un mensaje político a la Casa Rosada: De Mendiguren rechazó las propuestas de reelección y se respetó la alternancia en la conducción de la entidad. La unidad en la UIA bloqueó a Moreno, quien igual sigue machacando: quiere una central única, afín a la Casa Rosada. Y para comprar voluntades avanza con una obra social para el movimiento empresario.