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La brecha entre la disponibilidad y la necesidad de agua será del 40% para 2030. Y, según Naciones Unidas, la mitad de la población mundial sufrirá escasez de este recurso vital para entonces. Por eso, es indispensable tomar conciencia del problema y mejorar la eficiencia de su uso.

Los datos, unos de los tantos que se mencionaron en el II Congreso Internacional del Agua, realizado en San Luis la semana pasada, tienen mucho que ver con el agro, como el concepto de huella hídrica, que también ocupó un lugar importante.

La huella hídrica es un indicador que va en el camino de la eficiencia. Indica la cantidad de agua utilizada en la obtención de bienes y servicios. Su importancia radica en que “hace visible lo invisible”, señaló Ana Herrero, especialista de la Universidad de General Sarmiento.

“En los ambientes urbanos no se sabe cómo se obtienen los alimentos y la huella hídrica muestra todo el agua que hay detrás de los productos”, agregó.

Para el ingeniero Diego Arévalo, experto colombiano en gestión de recursos hídricos, hay que quitarle el peso relativo a los números: “Lo importante no es saber si tu huella hídrica es 200 o 5.000, sino conocer de dónde viene, hacer un análisis interno de las variables para saber a quién estás afectando y cómo puedes mejorar”, explicó en el evento, en un hotel en Potrero de los Funes.

Hace tres años, mientras Arévalo trabajaba en un proyecto de determinación de huella hídrica en Ica, una zona desértica de Perú donde se producen espárragos con destino a Inglaterra, le hicieron una entrevista. Después de eso, un diario inglés contó que “el amor de los británicos por los espárragos peruanos estaba matando de sed a los habitantes de Ica”. A partir de allí, los ingleses dejaron de comprarlos.

Entonces, exportadores e importadores se reunieron en Perú para analizar qué podían hacer para mejorar la situación de Ica, ya que eran corresponsables -junto a los productores y los consumidores- de lo que estaba sucediendo. “Así, todos los actores se vincularon, y se generaron estrategias y alianzas público-privadas para implementar proyectos en beneficio de todos”, relató el ingeniero.

Herrero y Arévalo son, justamente, parte del equipo que lleva adelante la primera experiencia argentina en determinación de huella hídrica, en San Luis. Para eso, contó Herrero, realizan evaluaciones del consumo de agua en la producción agrícola y ganadera en toda la provincia. Desde la generación de la materia prima hasta su industrialización, miden el agua de lluvia o “agua verde”; el agua de consumo superficial y subterráneo (de riego, por ejemplo) o “agua azul”; y la utilizada para diluir agroquímicos o efluentes, llamada “agua gris.

Así, obtendrán el volumen total de la cadena de suministro. Los resultados serán empleados para la planificación territorial sostenible, determinando las áreas apropiadas para el establecimiento de las actividades. Además, “le servirá a la provincia para conocer los techos productivos”, indicó la especialista.

“El agua es un desarrollador social, económico y productivo; por eso, para la provincia es una política de Estado”, expresó Felipe Tomasevich, presidente de San Luis Agua (uno de los organizadores del evento), en línea con aquella experiencia. En un futuro, el conocimiento de la huella hídrica también será útil para valorizar el agua contenida en los productos. Se trata de una cuestión no menor en Argentina, cuarto exportador de agua virtual del mundo.

“La falta de agua limita la producción de los alimentos más que cualquier otro factor aislado”, explicó el ingeniero agrónomo Martín Pasman, especialista en riego. Según indicó, hoy el 40% de los alimentos del mundo se producen bajo riego. “El riego garantiza seguridad de cosecha, estabilidad de rendimientos y mayor producción, y eso conduce a la seguridad alimentaria”, agregó. Además, permite expandir la frontera agrícola, intensificar el uso de la tierra y hacer rotaciones sustentables.

“En la Argentina, 400.000 hectáreas cuentan con riego mecanizado y el 82% de esos planteos incluye gramíneas, mientras que en secano el 60% corresponde al cultivo de soja”, detalló el ingeniero, mostrando otro impacto que tiene esto sobre la sustentabilidad.

No obstante, instó a hacer un uso correcto de la tecnología. “El riego gravitacional tiene una eficiencia que ronda el 30%, mientras que el riego por aspersión o goteo subterráneo alcanza niveles del 90% al 95%”, precisó.

Sobre el final, y como para ser optimistas, dejó en San Luis un dato interesante: “En Argentina, el 80% de la producción se hace en siembra directa y eso nos convierte en uno de los países más eficientes en el uso del agua”.