En público, fiel a su estilo, el gobernador siempre asoma mas cauto: “No voy a pisar el palito de las provocaciones”, expresó luego de la andanada de críticas lanzadas contra él desde distintos lugares de la fortaleza oficial. En 48 horas lo azuzaron dos representantes de la Casa Rosada. Primero fue Florencio Randazzo, el ministro del Interior, que le recomendó “poner prioridades” acerca de “donde deben ser asignados los ingresos”. Ayer terció Julio De Vido, con un enfoque de mucha mayor intensidad política.
“La lealtad declamada no sirve para nada cuando aparecen fotos junto al peor detractor del modelo”, disparó el ministro de Planificación. Aludió, claro, a aquella cena que en diciembre pasado Scioli mantuvo con Julio Cobos, el ex vicepresidente y candidato radical para octubre en ascenso en Mendoza.
Entre esos dos ministros pareció articularse un juego de pinzas en torno al gobernador de Buenos Aires. Randazzo le apuntó a su condición de administrador, puesta en jaque por los repetidos conflictos provinciales, sobre todo el que encabezan los gremios docentes. De Vido embistió contra su estrategia global, que consiste en mantenerse firme junto a Cristina Fernández aunque enviando, a la vez, señales al peronismo no kirchnerista que se apronta para una posibilidad sucesoria en el 2015.
Frente al desafío docente, el gobernador esgrime su voluntad de diálogo como arma tenaz y mas poderosa. De hecho, hoy mismo se realizará otra ronda de negociación con SUTEBA, el gremio que encabeza Roberto Baradel que ya comunicó otra medida de fuerza a partir del lunes 8 de abril. Otros ensayos insinuados por Scioli parecieron tener menos suerte. La semana pasada reunió en un acto a más de 60 intendentes bonaerenses, en su mayoría peronistas. Planteó el problema educativo que esos dirigentes compartieron. Pero cuando pretendió avanzar otro paso se encontró al filo de un abismo. Hizo gestionar una declaración conjunta con aquellos intendentes de rechazo a las repetidas huelgas de los docentes.
Pero encontró bajo plafón.
Algunos de esos hombres mantienen vínculos políticos y financieros con el cristinismo. Una adhesión pública al gobernador, en este trance complejo, podía resultarles fatal.
Tal vez, lo peor no radicó en esa prescindencia. El sciolismo está convencido de que la protesta docente, mas allá de su hipotética justicia, tendría un impulso político nacido de las vecindades cristinistas. En concreto, se vincula a Baradel con el partido Nuevo Encuentro que lidera el ahora titular de la AFSCA (órgano de aplicación de la ley de medios), Martín Sabbatella. Habría por ahora mas presunciones que certezas sobre esa maniobra. Se conjetura, por ejemplo, que Sabbatella pretendería armar para octubre en Buenos Aires una lista complementaria a la del FPV, como hizo con relativo éxito en el 2009. Y que una sociedad con aquel dirigente sindical podría constituir una nada desdeñable plataforma de lanzamiento.
Sabbatella teme por su futuro en la AFSCA. Y temería, en especial, por no tener claro el destino final de la ley de medios. Debería conocerse el mes próximo el fallo de la Cámara Civil y Comercial que analiza la constitucionalidad dictada en primera instancia por el juez Horacio Alfonso sobre dos artículos en pugna de esa norma. Después vendría el turno de la Corte Suprema, más sencillo o más complicado según sea la resolución confirmatoria o revocatoria (total o parcial) de los camaristas. Recién luego llegaría la implementación, sobrecargada de interrogantes y, a priori, también de dificultades técnicas.
Sabbatella logró arrancar una controvertida licencia en su condición de diputado para asumir en la AFSCA. Pero su mandato vence a fin de año y desearía encontrarle un puerto cierto a su carrera política. Otra diputación lo dejaría, como hasta ahora, en una alianza cómoda e incondicional con el Gobierno. La otra variante sería aterrizar, a lo mejor, en el poder Ejecutivo. Algunos portavoces K sostienen que Cristina remozaría su gabinete –en grageas– antes y después de los comicios. Dependería del armado de las listas y del resultado electoral. Pero el titular de la AFSCA no habría recibido, en ese aspecto, ninguna señal.
Sabbatella es sólo una piedra en el camino de pésimos adoquines que a Scioli le toca ahora transitar.
El problema principal es Cristina con quien, desde hace meses, no comparte un acto público, una reunión ni una llamada telefónica. Esa actitud presidencial es la que detona el vacío político que se descubre a su alrededor. Scioli resiste como ha sabido resistir siempre: en base al apuntalamiento de su buena imagen ante la sociedad. De esa manera sorteó aquella primera pulseada del 2012, cuando el Gobierno le retaceó ayuda financiera para el pago del aguinaldo. Su permanente victimización terminó dejando a la Presidenta en un sitial incómodo. Así pudo lograr una época de tregua que venció a comienzos de este año.
¿Por qué razón no repetir la misma receta? Parecería claro que el gobernador lo está intentado otra vez. Pero las circunstancias no serían las mismas. Pocas cosas lastiman más a un gobierno entre la gente que la imposibilidad de satisfacer la demanda básica educativa. En Buenos Aires se suma también –como en el resto del país, aunque con mayor virulencia– la cuestión de la inseguridad. Entre una cosa y la otra el gobernador de Buenos Aires estaría detectando una cosa peligrosa: su imagen positiva habría descendido casi 12 puntos desde comienzos de año.
Ya no caería como antes, en soledad, la ponderación de Cristina.
Su estilo conciliador ya resultaría insuficiente frente a la temperatura que va adquieriendo la pelea. Y todavía resta lo más bravo: el hervor de las candidaturas, la campaña a pleno y las elecciones. ¿Podrá seguir a media agua?. Ni el mismo Scioli lo sabría hoy.