A pesar del aumento del tono de las críticas cruzadas entre la Casa Rosada y el gobierno de Daniel Scioli, cuesta creer que, en algún momento, la presidenta Cristina Kirchner no dé la orden de acudir en auxilio de la provincia de Buenos Aires, amenazada por las medidas de fuerza de los docentes. ¿Podría dejar el gobierno nacional a Scioli sin financiamiento y sin siquiera la posibilidad de tomar deuda en el mercado internacional cuando podría hacerlo? La respuesta en el kirchnerismo varía según el grado de desconfianza de sus hombres en el mandatario bonaerense.
No faltan quienes en el kirchnerismo estarían dispuestos a exterminar a Scioli para borrarlo del mapa político e impedir que pueda coquetear con la idea de suceder a Cristina Kirchner. Pero también están los que creen que, para sacarlo de la carrera presidencial, no es necesario destituirlo, sino seguir esmerilándolo ante la opinión pública y exhibiendo sus errores de gestión.
El problema con que se encuentran estos últimos dirigentes kirchneristas es que, ante algunos problemas del gobierno bonaerense, la imagen de Scioli cae menos que la de la Presidenta. Al menos así quedó demostrado en julio pasado, durante la disputa desatada frente a las dificultades de la provincia para hacer frente al pago de los aguinaldos del sector público. Entonces, la Casa Rosada se había negado a auxiliar a Buenos Aires, pero poco después, con las encuestas en la mano y frente a la creciente probabilidad de que se nacionalizara el conflicto gremial, revió su actitud.
El gobernador bonaerense es un experto en el arte de esquivar los embates de su rival, al mejor estilo de Nicolino Locche. Y sus voceros creen que no hay motivo para que se altere su paciencia oriental: sostienen que si los fondos no aparecen y el conflicto con los docentes se prolonga, el gobierno nacional pagará un costo político y social mayor que el provincial. Porque -aseguran- la Casa Rosada podrá decir que no tiene recursos, pero jamás negarse a que la provincia emita un bono para financiarse.
Claro que el problema pasa por otro lado y guarda relación con las elecciones de este año. Cuando el gobierno nacional, a través de distintos voceros, como el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, vuelve a instalar la idea de que Scioli no sabe administrar, está tratando de condicionar políticamente al gobernador y de bajarle el precio a una negociación por la integración de las listas de legisladores nacionales y provinciales.
Cristina Kirchner presionará a Scioli hasta último momento, antes de acceder a que la provincia obtenga el financiamiento esperado, para que tanto el gobernador como sus pares de otros distritos y cualquier intendente de cada rincón de la Argentina adviertan cuánto daño puede hacérseles desde la Casa Rosada a los "infieles" a un modelo que no es más que un proyecto de poder. Después de esto, la Presidenta cedería algo, buscando aparecer como la salvadora de una provincia mal administrada.
No debería descartarse otra salida más dramática, aunque sus efectos podrían ser impredecibles en el seno del propio peronismo.