La lógica de esta idea pertenece a un cuento navideño: si Cablevisión y Fibertel quedan desmanteladas, el Grupo Clarín no tiene ingresos para sostener sus medios en rojo. Y si las pérdidas se multiplican, su poder mediático se termina. Colorín, colorado, Cristina Fernández ha triunfado.

Un fallo reciente de la justicia federal establece que la Casa Rosada no puede separar los recursos técnicos de Cablevisión y Fibertel, aún cuando la Corte Suprema decida que la Ley de Medios es constitucional. El fallo es simple y contundente: Fibertel no está sujeta a la adecuación que se empuja desde Balcarce 50, y su fibra óptica no puede dividirse, si finalmente Clarín debe entregar su exceso de licencias de Cablevisión que se computan en las oficinas técnicas de la Presidencia.

Entonces, si no se puede dividir la tecnología que usan Cablevisión y Fibertel, Cristina Fernández tiene un problema. Su administrador de la ley de Medios, Martín Sabbatella, sólo podría vender o conceder un papel sin peso, algunas oficinas y ciertos empleados. Pero la fibra óptica, el principal recurso de Cablevisión y Fibertel, quedaría en manos del Grupo Clarín. Sin la fibra óptica, en Balcarce 50 estarían vendiendo o regalando humo.

Frente a este escenario, la Presidente puede dictar un Decreto de Necesidad y Urgencia obligando al Grupo Clarín a rentar una cuota de su capacidad de fibra óptica, escenario posible si se conoce la lógica del pensamiento dominante que se usa en Casa Rosada. El Grupo Clarín apelaría alegando que no tiene tanta capacidad técnica, y el asunto regresaría a los tribunales, pero con un matiz diferente: el Gobierno a la defensiva, instando a sus socios y amigos para que compren las licencias de Cablevisión, aunque en los hechos no pueda garantizar la fibra óptica y los negocios que implica.

En ese momento, Cristina Kirchner comprenderá que está sola, que no hay proyecto común, que solo se trataba de rapiñar millones de dólares en pauta oficial y prebendas estatales. Nadie cercano al Gobierno comprará las licencias de Cablevisión, porque no valen nada, no tienen peso político ni concepto estratégico. Si la Presidente no maneja la fibra óptica, a pesar de los discursos y la cadena oficial, la Ley de Medios no desmantelará al Grupo Clarín.

Sin embargo, en Balcarce 50 no duermen. Y pueden pensar en otra alternativa. Aprovechar los cables tendidos para el proyecto Conectar, un emprendimiento oficial que ya destinó millones de dólares. Es una posibilidad, pero tiene un problema básico: la dependencia con el Gobierno es total, y los eventuales compradores de licencias de Cablevisión saben cómo tratan a los rehenes políticos o financieros en el primer piso de la Casa Rosada. La Presidenta puede obligar a la compra de los papeles sin valor de Cablevisión, pero eso no significa que haya servicio real y competente.

Cristina Fernández apuntó al Poder Judicial para ganar una batalla que ya tiene perdida, aunque la Corte Suprema interprete que la Ley de Medios es constitucional. Si las licencias de Cablevisión que se vendan no producen ganancias, no habrá compradores en el mercado. Y la llave está en manos del Grupo Clarín que, obviamente, resistirá todos los intentos destinados a ceder una cuota parte de su fibra óptica. En ninguna guerra, un enemigo ayuda a otro.

No es para desalentar, pero Papá Noel no llegará a Gobierno con buenas noticias.

Y tampoco esperen novedades con los Reyes Magos. Son los padres.