Ayer, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner debió expresar con todas las letras que la Argentina honrará sus compromisos y que lo hará en dólares, espantando así, al menos por ahora, los fantasmas de una pesificación.

"El negocio [de algunos] es que no paguemos, pero les tengo una mala noticia: vamos a pagar con dólares", afirmó la primera mandataria, en momentos en que el riesgo país superaba por primera vez en mucho tiempo los 1100 puntos, el peor registro de América del Sur , por encima incluso del venezolano, que se ubica en 918 y, desde ya, muy lejos de Chile o Perú, las estrellas de la región, que rondan los 100 puntos.

Una gran paradoja de la Argentina kirchnerista es que los gobiernos de Néstor y Cristina han sido los mayores pagadores de deuda de la historia, pese a lo cual la administración cristinista padece de una pésima fama internacional en la materia.

La Presidenta intenta explicar ese fenómeno recurriendo a un relato que da cuenta de campañas "antiargentinas" y responsabilizando a sectores especuladores que apuestan a una caída de los bonos argentinos para comprarlos más baratos y embolsar suculentas ganancias.

Si bien es cierto que en los mercados financieros siempre ha habido y habrá movimientos especulativos y rumores intencionados, la jefa del Estado debería analizar con mayor detenimiento las razones de aquella paradoja que depara una fuerte desconfianza en su gobierno. Debería recordar que cuando, en medio de bombos y platillos, ella anunció la cancelación del Boden 2012 -el bono emitido tras el corralón bancario de 2002-, se lamentó enfáticamente sobre todo lo que se podría haber hecho con ese dinero. Tendría que tener presente, también, que la manipulación del índice del costo de vida del Indec funcionó como un "default" encubierto para los tenedores de bonos en pesos atados a la inflación. Ningún gesto de esa clase es gratuito en el mundo de las finanzas internacionales.

El mensaje de la Presidenta es contradictorio: por un lado, busca transmitir que el país seguirá honrando sus compromisos; pero, por otro, da a entender que le molesta sobremanera hacerlo. Y hasta antes de ayer, tras la pesificación de algunos bonos provinciales expresados originalmente en dólares, como los de Chaco o Formosa, el propio gobierno nacional no se mostraba claramente preocupado por desmentir rotundamente la posibilidad de que, en un futuro cercano, la deuda en dólares pudiera pagarse en pesos al tipo de cambio oficial a los tenedores de bonos dentro del país.

El compromiso manifestado ayer por Cristina Kirchner da cuenta, al menos, de que la suba del riesgo país preocupa al Gobierno.

Claro que no todo pasa por las percepciones. No pocos economistas señalan que la debilidad de las reservas del Banco Central resulta indisimulable y que pocos países de la región tienen una cobertura tan pobre de la base monetaria y los depósitos a la vista (M1). Como destaca Agustín Monteverde, el problema es que se emiten pesos para financiar el gasto del Estado y también para comprar dólares, que son usados para pagar deuda, por lo que cada vez hay más pesos en el mercado y menos dólares.

Esta situación es la única que explica la creciente profundización del cepo al dólar. Pero mientras la Argentina avanza hacia una virtual criminalización del mercado de cambios y se aísla del mundo, países como Chile obtienen financiamiento internacional al 2,3% a diez años y al 3,7% a treinta años. Si consiguiera quien le prestase, la Argentina debería pagar hoy un interés seis veces mayor.