MAR DEL PLATA.- Si buscaba una idea sugerente e irritante a la vez, José Manuel de la Sota eligió el lugar y el día indicados. Ayer, en el hotel Sheraton de esta ciudad, donde un número infrecuente de empresarios se agolpaba para escuchar las palabras del ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva como orador del coloquio de IDEA , el gobernador de Córdoba soltó ante un grupo de periodistas: "Si ustedes me preguntan qué presidente de la región cumplió en los últimos años con los postulados del peronismo, no lo dudo: Lula".

No era el único, pero sí el más explícito. La presencia del ex líder del Partido de los Trabajadores tuvo aquí, durante la apertura de un encuentro que volvió a fracasar en la invitación a miembros del Gobierno, una función contrafáctica: Brasil se ha convertido, a los ojos empresariales, en todo aquello que la Argentina debió hacer y no hizo . El protagonista de un tiempo precioso que capitalizó para lograr una combinación que aquí parece una rareza: estabilidad, crecimiento, confiabilidad y distribución del ingreso sin que se disparen los precios.

Vale una frase de Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat Auto y, desde ayer, número uno de la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa): "Lula, después de la situación ordenada que le dejó Fernando Henrique Cardoso, llevó a Brasil a ser uno de los primeros países del mundo sin inflación y con superávit fiscal". ¿Qué podría aprender la Argentina de su socio del Mercosur?, le preguntó LA NACION. Respuesta: "El valor de la estabilidad. Cuando Lula asumió, todos descontaban un default y el riesgo país se fue por las nubes. Pero hizo todo lo contrario".

Había sido un día complicado para la credibilidad corporativa. Por la tarde, los bonos de Chaco cayeron hasta un 26% después de que el gobernador Jorge Capitanich anunciara su decisión de pesificar la deuda de la provincia. Los empresarios esperan desde hace meses que la recuperación económica sea, por fin, más fuerte que las torpezas políticas. Por eso ayer, cuando José Ignacio de Mendiguren, líder de la Unión Industrial Argentina (UIA), hablaba en el cóctel de la posibilidad de que un repunte en las ventas de autos en Brasil arrastrara al sector fabril nacional, señaló a Rattazzi, que se acercaba a saludar. "¿Es así, Cristiano?", le preguntó. El de Fiat asintió con la cabeza. "No va a ser tan fuerte como al principio, cuando Brasil aplicó los incentivos tributarios, pero va a repuntar, no hay dudas", contestó.

No eran temas antojadizos. La UIA quiere cerrar su próxima conferencia, a fines del mes próximo, con ambas presidentas: Dilma Rousseff y Cristina Kirchner. Para eso contactó a los ministros Fernando Pimentel (Desarrollo, Industria y Comercio Exterior) y Antonio Patriota (Relaciones Exteriores), que le garantizaron la asistencia de la jefa del Estado brasileño. José Urtubey, accionista de Celulosa y elegido presidente de ese encuentro, reforzó la idea: "La expectativa de la relación con Brasil debe ser por regiones, no tanto desde los grandes centros urbanos. Hay que conseguir más inversión hasta fines de año para mantener el crecimiento".

Las comparaciones parecieron por momentos recurrentes y obligadas. Y hay que decir que las simetrías de la noche tampoco ayudaban a evitarlas. Recién llegado al lobby, Hugo Moyano, el sindicalista que acababa de negar públicamente que la actual administración fuera peronista, dio explicaciones que parecía haber acordado con el resto de los presentes: "Vengo a hablar con mi amigo Lula para saber cómo hizo para incluir a 40 millones de personas. Y sin enfrentamientos: hay que seguir el ejemplo de lo que se hizo en Brasil". A pocos metros, Víctor De Genaro, dirigente de la CTA, contestaba al porqué de su presencia en el coloquio por primera vez en su vida: "¡Por Lula, querido! Fue el primer presidente representante de los trabajadores. Ese país estaba acostumbrado a que el que nacía rico, moría más rico, y el que nacía pobre, más pobre. Lula cambió eso. Acá, por el contrario, de "mi hijo el doctor" pasamos a una generación que cree que va a estar peor que los padres. Hay 4 millones de jubilados que ganan 1700 pesos por mes, y el director de la Anses, 70.000. Es una vergüenza".

Para empresarios reacios a hablar de la situación local, tantas alegorías y eufemismos venían estupendo. LA NACION se encontró en el cóctel con Enrique Pescarmona. ¿Cómo ve a la Argentina?, le preguntó. "De eso que me vas a preguntar -contestó el dueño de Impsa-, no sé absolutamente nada porque no vivo acá. Vengo de Estados Unidos, estoy mucho tiempo en Brasil. Por poco vivo en los aviones." ¿Y a la región?, se le insistió. "Bárbaro", se despidió.

UNA SENTIDA AUSENCIA

MAR DEL PLATA.- El coloquio de IDEA prometía, hasta anoche, una importante concurrencia. Los propios organizadores afirman tener el número de patrocinantes más alto de los últimos tres años. Pero hubo un ejecutivo que todos los asistentes habrían querido ver: Miguel Galuccio, director general de YPF, que fue invitado, pero no vino.

El propio ex líder de Schlumberger había transmitido ganas de venir, aunque después se excusó y designó en su lugar a Fernando Giliberti, director de Planificación Estratégica y Desarrollo de YPF, para el panel del viernes sobre recursos hidrocarburíferos no convencionales.