Un título posible de esta nueva realidad podría ser: hay una montaña de pesos que está buscando destino de colocación.

La clave, según los economistas, es que al no poder comprar dólares a precio oficial y al haber una brecha con el dólar paralelo superior al 35% , quedará dando vueltas en el año una demanda latente de divisas del orden de los US$ 15.000 millones.

Ese escenario va cobrando forma a partir de diversos elementos.

El Banco Central lleva comprados unos US$ 8.590 millones en el año y, en consecuencia, ya volcó al mercado los pesos por el equivalente.

Además, el rojo fiscal como consecuencia de que el gasto público crece por encima de la recaudación, determina que el Central deba este año emitir más pesos para cubrirlo.

A tal punto está en ascenso la capacidad con que cuenta la titular del Central, Mercedes Macó del Pont, para imprimir billetes que los expertos hablan de una carta blanca: unos $ 50.000 millones hasta fin de año.

Por otra parte, hay unos $ 23.000 millones (equivalente a US$ 5.000 millones ) que las empresas tenían previsto girar al exterior como utilidades pero que el Gobierno se lo impidió ante la evidencia de que los dólares no alcanzaban para todo . También esos pesos buscan un destino transitorio hasta que el cepo cambiario afloje.

En las últimas semanas, la temida Secretaría de Comercio aceleró algunas autorizaciones para importar ante la evidencia de que las trabas le estaban pegando duro a la actividad económica y podría hacer peligrar la mejora que empezaría a tomar cuerpo sobre el fin de año al ritmo del súper precio de la soja (US$ 640/tn) en el mercado internacional.

Hacia allí van tranquilos los pesos porque creen que pagar importaciones al dólar oficial es una de los mejores colocaciones del dinero que se puede conseguir.

El trasfondo de lo que pasa en materia financiera es que existe el convencimiento de que uno de los caminos más rentables para los pesos sería obtener dólares a precio oficial o productos que estén ligados a él. Pero ante la prohibición, sólo queda la alternativa de “el segundo mejor”.

Si no puedo comprar dólares oficiales, debo conseguir activos sustitutos que se aproximen . Así parecen razonar los tenedores de pesos que en los últimos tiempos y después de verse vencidos por el salto del dólar (quién compró a principios de año y hoy pudiese vender en el paralelo habría hecho una diferencia de 47%) buscan alternativas.

Una parte de esos ahorristas intenta achicar la pérdida en el sistema financiero.

Lo demuestra al aumento de 40% en el monto en depósitos a plazo fijo en un año.

También, que la circulación de pesos está aumentando a un ritmo anual de 40% , un indicador de que hay gente que mantiene plata en su poder hasta tomar otro camino, o que puede estar mirando el dólar paralelo de $6,37.

Formando parte de este marco inédito hay que sumar el hecho de que la tasa de interés dejó de jugar su rol de mediadora entre los mercados de pesos y de dólares.

Así, hoy una tasa de 14% anual, que viene perdiendo frente a la inflación que miden las oficinas de estadísticas provinciales (23/24%), tiene riesgo también de perder frente a la suba del dólar oficial a partir de la decisión del Central de apurar un poco el ritmo de devaluación para llevarlo a fin de año cerca de los $ 5.

Los banqueros creen que los ahorristas son conscientes de que el 14% anual es poco frente a la inflación pero, entre el temor que les genera tener plata en sus casas y no tener muchas alternativas, optan por los tradicionales plazos fijos.

Mientras tanto, el aumento de los depósitos es la base que explica la suba de 35% en el volumen de crédito que ya se hace sentir en la oferta de financiamiento para autos y electrodomésticos.

También los fideicomisos para la construcción de edificios de vivienda son otro refugio para los pesos de ahorristas.

En el segmento alto, quienes pueden comprar pasajes al exterior, autos de alta gana o electrodomésticos caros probablemente lo harán en un intento de desprenderse de pesos.

La montaña de pesos podrá tener un efecto reanimador sobre el consumo en la última parte del año.

Pero, como es evidente que toda causa genera un efecto, en este caso el principal interrogante es si tendrá, y en que dimensión, impacto sobre la marcha de la inflación.

El Gobierno, en general, descarta y considera poco menos que ignorante en materia económica a aquellos que consideran que subir mucho la cantidad de dinero en determinadas circunstancias presiona sobre los precios.

Y más cuando tiene un método de medir la inflación que siempre le da en torno de 10% anual.

En forma global, más pesos dando vueltas terminarían presionando sobre el balance externo.

Pero el corralito al dólar, la menor cantidad de vencimientos de deuda del año próximo y la bala de plata que implica la soja a US$ 640 la tonelada permiten barrer el polvo bajo la alfombra, hasta que las correcciones se vuelvan impostergables.