La semana que acaba de pasar demostró que la topografía K definitivamente ya no es la misma que conocimos. Un nuevo mapa político y social, de fronteras difusas y territorio impreciso, ha comenzado a gestarse.

Ahora está claro que fue el armado de las listas para las elecciones del año pasado el primer gran temblor que desplazó varias y notorias rocas de la inexpugnable montaña oficialista, conquistada por Néstor Kirchner y heredada por Cristina.

Entonces, Scioli, Moyano, algunos históricos ministros y muchos inoxidables intendentes fueron echados a rodar y en su deslizamiento comenzaron a dejar a la vista cráter donde antes había cima.

Simultáneamente, la fortaleza de la mayoría absoluta que todo lo aprobaba empezó a dar señales de fatiga y a cambiar el humor, al ritmo de una economía que ya no puede disimular sus grietas, que ofrece menos placeres a la gente común y que produce más dolores de cabeza a gobernantes y sindicalistas.

Audaz y obstinada, en medio de dificultades crecientes y rodeada de unos pocos, mayoritariamente nuevos y puros, Cristina decidió profundizar las diferencias, agudizar las contradicciones y pasar definitivamente de su mundo sólido a ese planeta líquido en el que los que ayer estaban en un lado hoy pueden (o deben) estar en otro.

Moyano pasó en apenas 6 meses de ser un aliado, a veces incómodo y voraz, a ocupar la primera fila del bando enemigo. A Scioli, por ahora, le dejan ocupar el lugar de socio por conveniencia, pero condenado a hacerse cargo de todas las pérdidas y a no participar de ninguna eventual ganancia.

Por eso, lo que antes eran sólo infamias de la "corpo" mediática destituyente, que había perdido la batalla cultural, ahora es vociferado por los que fueron el núcleo duro del oficialismo.

El jefe de la CGT ya no es el valiente dirigente que desafió al neoliberalismo entreguista de los 90. Ahora es el del pasado en la ultraderecha peronista.

Néstor y Cristina ya no son la pareja de la resistencia que no dejó sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, sino que son los que se fueron a refugiar al Sur para lucrar con las medidas económicas de la dictadura.

Tan inesperada y sorprendentemente líquido se ha vuelto el universo político, que si las cosas siguen por este cauce los periodistas más críticos quedarán condenados a ocupar el rol de relatores. Y, en medio de tanta confusión y trasvasamiento, algunos relatores tal vez prefieran pasar al estado gaseoso y evanescerse hasta que las aguas de lo que es o era el oficialismo se aquieten.

En medio de semejante movilidad, lo más sólido que se ve es la oposición. Tan sólida que, en realidad, parece fosilizada.