Se atribuye a Ian Fleming, el creador de James Bond, la siguiente frase: "Una vez es casualidad, dos veces es coincidencia, tres veces es acción enemiga". ¿Podría aplicársele este famoso dicho, hoy, a Mauricio Macri, Hugo Moyano y Daniel Scioli? Los tres dirigentes, ¿no deberían pensar que las numerosas veces en que la Presidenta y sus incondicionales los han hostigado más que a casualidades o coincidencias corresponden a una "acción enemiga"?
Los tres acosados por Cristina no han respondido a sus embates de la misma manera. Macri, por lo pronto, procuró postergar todo lo posible la confrontación con la Presidenta. En julio de 2009 hasta le regaló un bandoneón pese a que ya el Gobierno se había negado a avalar los pedidos de financiación externa de la ciudad, que son internacionalmente inviables sin el auspicio del Estado nacional. Macri sólo recibió además un obstinado silencio ante sus reiterados pedidos de audiencia para dialogar con ella. A estos indicios hostiles se sumaron otros, como el retiro de la Policía Federal de hospitales y edificios municipales, y el intento del Gobierno de traspasarle a Macri los subterráneos y los colectivos sin transferirle los fondos que por ley le corresponden. El Gobierno proyecta quitarle al Banco Ciudad los cuantiosos fondos judiciales que administra. La propia Presidenta no deja de aludir frecuentemente a Macri en sus discursos en forma peyorativa, por no decir grosera. Viene de referirse a él, por ejemplo, como "la gata Flora". Pero la última semana Macri reaccionó al fin, acusando a la Presidenta de procurar la asfixia financiera de la Ciudad para ponerlo de rodillas como si fuera un suplicante más, alineándolo así con el resto de los gobernadores.
Hugo Moyano ya había salido "con los tapones de punta" contra Cristina en el acto masivo de Huracán del 15 de diciembre de 2011. Aquí la fecha por retener pertenece empero al futuro más que al pasado, porque el próximo 12 de julio el Gobierno intentará frenar la reelección del dirigente sindical al frente de la CGT a través de la candidatura alternativa del metalúrgico Antonio Caló, quien pese a ello podría rebelarse finalmente si Cristina no aprueba el alza salarial que su gremio reclama. ¿Incluía Cristina al propio Caló cuando expresó que siente "rabia" frente las exigencias salariales de los sindicatos?
El caso de Scioli es más complejo, ya que aparte de los ataques directos de Gabriel Mariotto, su vicegobernador implantado por Cristina, la última estocada que recibió el gobernador fue "indirecta", como la de una carambola a tres bandas. Primera banda: la asfixia financiera que está sufriendo en su propio distrito. Segunda banda: al inducirlo de este modo a proyectar un aumento sin precedente de los impuestos locales para salir del enredo, Cristina ha puesto a Scioli en confrontación directa con los ruralistas, con quienes chocaron los militantes de La Cámpora en la Legislatura en una refriega que dejó varios heridos. Nuestra capacidad de asombro resultó colmada al ver que los activistas de La Cámpora se trababan a golpes con los ruralistas nada menos que en defensa de Scioli, aunque quizá con la intención oculta de malquistar con los votantes bonaerenses al único dirigente peronista cuyas encuestas de popularidad igualan a las de la Presidenta. Tercera banda entonces: desgastar a Scioli. ¿Hasta dónde prolongará el gobernador su incesante retirada ante Cristina? Su paciencia, ¿es acaso infinita?
¿QUÉ QUIERE DECIR "TODO"?
En su libro sobre la China actual, titulado simplemente China , Henry Kissinger señala que un rasgo peculiar de la mentalidad de Mao y de Deng fue combatir "simultáneamente" en varios frentes. Carlos Zannini, el asesor de la Presidenta, fue maoísta, pero, ya se deba a su influencia o no, hay indicios sobreabundantes, como hemos visto, de que Cristina está embistiendo al mismo tiempo a Macri, Moyano y Scioli, sin que éstos atinen a unir sus fuerzas. Pero si esta suma de indicios no nos bastara, ahí están las reiteradas afirmaciones de los voceros del oficialismo, que han repetido en voz alta y en voz baja que Cristina va por todo .¿Qué significa, para el caso, "todo"? ¿Todos los resortes institucionales, incluídos los jueces, los legisladores y los gobernadores? ¿Todos los medios orales, audiovisuales y escritos? ¿Todas las "cajas"? ¿Hasta todos los votantes? ¿Y por cuánto tiempo? ¿Por el tiempo constitucional que le corresponde a la Presidenta hasta 2015 o aún más allá, por el tiempo que a ella y a su hijo les quede de vida? ¿Qué nació en suma en 2003, una presidencia seguida por otras dos, o una dinastía ?
Estas preguntas parecen exageradas, pero basta recordar lo que concretaron los Kirchner en Santa Cruz, donde su dominio no ha admitido ningún límite institucional, político y económico, para advertir el carácter insondable, casi sobrehumano, de su ambición de poder. Cuando los Kirchner subieron de Río Gallegos a Buenos Aires, muchos pronosticaron que, siendo su experiencia meramente "provinciana", no podrían someter desde ella a una nación entera. Pero a partir de los Kirchner, ¿no se ha parecido a la inversa la propia Argentina, cada día más, a Santa Cruz?
¿Y LA DEMOCRACIA?
En su estudio sobre los regímenes políticos de nuestro tiempo, Guillermo ODonnell describió a uno de ellos, al que llamó la democracia delegativa , como aquel en el cual, cuando un presidente gana democráticamente el poder, a partir de esta victoria inicial aspira a ocupar todo el poder. En la descripción de ODonnell, que estaba pensando en la Venezuela de Chávez, lo que llamamos habitualmente "dictadura" es como un huevo que se esconde en las entrañas de la democracia hasta anularla desde adentro, cual si fuera un tumor maligno que los demócratas no advierten hasta que es demasiado tarde. Si ODonnell tenía en vista a Venezuela, ¿qué diría hoy de la Argentina de los Kirchner? ¿La llamaría, también, "democracia delegativa"?
Todavía no hemos visto el final de esta película, pero ya resulta evidente que, al confesar que Cristina "va por todo", sus incondicionales no están pensando en la clásica democracia representativa; ésta es, por lo pronto, pluralista porque en una democracia, ya sea la de un Sarkozy o la de un Hollande, ningún vencedor aspira a ocupar "el poder" sino, a lo más, "el gobierno", y por un período limitado. Para que una democracia representativa acceda a la alternancia que la caracteriza, es necesario que del otro lado del cerco quede una oposición capaz de reemplazar a los triunfadores de hoy en una próxima elección.
Pero en la Argentina de los Kirchner, ¿qué queda del otro lado? Los pesimistas podrían afirmar, con cierta razón, que no queda casi nada. Es que todo es el antónimo de nada . Animada por el espectacular 54 por ciento que logró en octubre, ¿estará pensando Cristina que esta cifra es aún demasiado baja en comparación con la que espera lograr en 2013 o en 2015? Para ella, en suma, la mayoría que tiene hoy, ¿es un "techo" o apunta a la totalidad o a la casi totalidad de los votos, en demanda de un poder sin límites en el espacio y en el tiempo? Esta ambición, si en verdad existe, ya no es democrática ni pluralista, sino totalitaria porque "va por todo". La mejor definición del totalitarismo la produjo Benito Mussolini cuando dijo: "Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado". Los incondicionales de la Presidenta, ¿aspiran acaso a reemplazar la palabra "Estado" de esta definición por la palabra "Cristina" o por la frase "Cristina eterna", que ya pronunció la diputada Diana Conti?.