La región chaqueña atraviesa hoy una dura sequía. Sin embargo, en medio de esas calamidades, es posible encontrar historias que muestran que las transformaciones en la agricultura son posibles, cuando se unen el conocimiento y la tecnología. Por eso, vale la pena conocer una de esas historias, para ponerle, al mal tiempo, buena cara.

La agricultura de los últimos años se expandió hacia áreas antes consideradas marginales. Muchas veces, en esas zonas, se tiende a asociar a la eficiencia productiva y la competitividad empresaria a los grandes productores. Sin embargo, de estos aspectos no solo hablan los grandes, sino también los medianos y chicos, que haciendo una agricultura apoyada en mucha agronomía pueden transformar, a lo largo de los años, el potencial productivo de un campo.

Fernando Giraudi es un joven productor y asesor privado de la localidad de Presidencia Roque Saenz Peña, en el centro de Chaco que empezó a formarse profesionalmente en el campo mixto familiar de su padre, Ramón, en el 2005, en Pampa del Infierno, al oeste de la provincia.

Allí predominaban los suelos de un desmonte hecho hace 17 años y allí apostó por un manejo a largo plazo, bien sustentable, para cambiarle el potencial productivo al establecimiento, llamado Los Gurices. Un año después de asumir esa responsabilidad, se planteó el mismo desafío en campos alquilados de la zona. Luego, continuó con la estrategia de arrendar campos, bajo la misma idea, en la localidad de Bajo Hondo, a 17 kilómetros de Saénz Peña, donde los suelos venían de 60 a 70 años de labranza convencional con el cultivo de algodón.

En el campo familiar de los Giraudi, la agricultura intensiva empezó hace siete años. “El primero de los cultivos que hicimos como parte del proceso de intensificación fue sorgo y lo manejamos con buena fertilización de urea y superfosfato simple”, recuerda el técnico. “Luego lo cosechamos en febrero, se lo entregamos a la hacienda y, nuevamente, lo fertilizamos, esperando el rebrote”, destaca.

El primer objetivo, con la siembra, fue acumular más cobertura, mientas que con el rebrote buscaban llevarse una nueva tanda de grano. Al mismo tiempo, en esos lotes, el técnico probó con secar el sorgo e implantar vicia como cultivo de cobertura y fijador de nitrógeno atmosférico a través de la nodulación.

Es que la agricultura de la transformación en Los Gurices tuvo como base de la rotación al sorgo y a la soja. Entonces, luego del sorgo de ese primer año, siguió la rotación con la oleaginosa, luego un doble cultivo trigo-soja de segunda y, otra vez, la vicia, que se extendía hasta septiembre, como antecesora de maíz.

“Con la gramíneas buscábamos aportar rastrojo y con las leguminosas, especialmente con la vicia, teníamos el nitrógeno gratis”, comenta el técnico, siempre trabajando en siembra directa.

Para él, la directa es una herramienta clave, que viene defendiendo como integrante de la regional Saénz Peña de AAPRESID, en la cual su padre estuvo entre los fundadores y que él mismo presidió hace un año.

Como siguiente paso, y luego de llevar a cabo en Los Gurises la rotación y un manejo de la fertilización acorde al rendimiento esperado, “pensamos en sembrar maíz de alto potencial, pero cubriéndole la totalidad de los requerimientos de fósforo, azufre y potasio”, recuerda Giraudi, revelando un poco más sobre las características de los ambientes que hay en su campo.

En esos ambientes, la falta de fertilidad natural se debe a que conservan los efectos que dejó el curso de un río antiguo. Son los llamados paleocauses: así, hay zonas con altos contenidos de arena, pobres en materia orgánica y carentes de estructura y nutrientes.

“Siempre buscamos en estos ambientes más frágiles mantener un rotación de 50% de gramíneas y 50% de leguminosas”, dice el técnico, explicando un poco más sobre la secuencia de rotación en esos lotes.

En ese marco, es el rendimiento de la soja el que funciona como indicador de las mejoras productivas, además de los análisis de suelo, en una región en la que predominan los cultivos de verano, ya que se ajustan a la oferta hídrica zonal, que se concentra de octubre a abril, aunque este año las lluvias resultaron realmente esquivas.

Cuando el técnico salió, en 2008, a la búsqueda de nuevas superficies para alquilar, llegó a Bajo Hondo, donde la historia productiva era bien distinta a la de Pampa del Infierno, aunque el desafío fue similar. Allí, había que transformar una historia de algodón en labranza convencional más girasol y soja, en campos con la capacidad productiva que tenían antes de ese manejo, hace 60 años.

La primera condición que estableció Giraudi para desarrollar una rotación intensiva en esta zona y encarar un proceso de transformación fue la de cerrar un contrato de arrendamiento de largo plazo: arregló por 5 años. A diferencia del cultivo que abrió la rotación en Pampa del Infierno, en Bajo Hondo empezó con soja. “Apuntábamos a limpiar el campo de malezas”, explicó.

Luego detalló: “al año siguiente sembramos sorgo en septiembre que cosechamos en febrero y luego hicimos trigo de verano que se trilló en junio, en doble cultivo con girasol, que se implantó en agosto”, detalla Giraudi. Más adelante siguieron con soja, sorgo/trigo de verano y nuevamente sorgo.

Allí, igual que en el campo familiar, también piensa en incorporar a la vicia en la rotación. Sin embargo, como la sequía pegó fuerte entre febrero, marzo y lo que va de abril, y hasta el cierre de esta edición hacía 70 días que no se registraban lluvias, está ajustando la rotación para ver cómo poder sembrar al cultivo de cobertura.

Sobre el clima en esta campaña y el de años anteriores, Giraudi subraya: “Cuando sobra agua, hay que usarla, pero para eso hay que ajustar muy bien el control de malezas, bajar la densidad de siembra de los cultivos, apostar por la fertilización y buscar intensificar la rotación pero apuntando a lograr estabilidad en los rendimientos de los cultivos”.

Tanto en Pampa del Infierno como en Bajo Hondo, Giraudi está convencido de haber alcanzado la meta.

En condiciones climáticas normales, están en condiciones de apostar por una soja de punta y sembrar un híbrido de maíz con alto potencial para el verano próximo. Una clara muestra de que la combinación de conocimiento y tecnologías, aplicados con eficiencia y pensando en la sustentabilidad, no es patrimonio solo de los grandes productores, sino que puede estar al alcance de todos.

Pero hace falta que llueva, por supuesto.