El rey de la soja argentino, como se conoce a Gustavo Grobocopatel uno de los mayores empresarios nacionales y líder del grupo Los Grobo avanza en el negocio de las semillas. La empresa que integra como accionista acaba de obtener la aprobación argentina para su desarrollo de semillas tolerantes a sequía.

De esta forma, una investigación iniciada en un claustro de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), en Rosario, espera llegar pronto al canal comercial, veinte años después.

En 2004, entró en escena la empresa Bioceres, que selló con la UNL y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) una alianza público-privada. Las instituciones licenciaron la patente a la empresa, que ya obtuvo aprobación en Estados Unidos, México, India, China y ahora también, en Argentina.

El grupo Los Grobo es una de las mayores empresas de producción de granos en la región, con más de 260.000 hectáreas productivas en la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

En Brasil, es fuerte en el negocio de venta de insumos como semillas, fertilizantes y agroquímicos y en la región crece en los rubros del acopio y la comercialización de granos.

Hacia adelante, completa la cadena con molinos que producen harina de trigo y una fábrica de pastas de exportación que se inaugurará en la Argentina el mes que viene. Hacia atrás, participa de Bioceres, empresa de creación de tecnología para la agricultura. Bioceres nació hace nueve años como la primera compañía de inversión en biotecnología del país y hasta hoy, aumentó su cantidad de accionistas de 23 socios fundadores entre ellos, Gustavo Grobocopatel a 205 accionistas.

Junto a la UNL y el Conicet, ya obtuvo tres patentes de invención en Estados Unidos.

La aprobación de la tecnología para lograr la tolerancia a sequía llevó siete años en la Argentina, dos más que en el resto de los países, según indicó la investigadora del Conicet, Raquel Chan. Se trata de una tecnología que les permite a las semillas atravesar de manera más exitosa períodos de falta de agua y exceso de salinidad que suceden en años como este.

En concreto, las pruebas piloto que hicieron la UNL, el Conicet y Bioceres dan cuenta de rendimientos entre 10% y 30% mayores a los de las semillas que no contienen el gen, en iguales condiciones climáticas, según explicó el gerente General de Bioceres, Federico Trucco, a la agencia Télam.

Para lograrlo, los investigadores separaron un gen del girasol y lo introdujeron en otra planta (transgénesis). El resultado fue una planta con una estructura genética diferente y la capacidad de tolerar algunas de las amenazas más fuertes para los cultivos.

Según explicó Trucco, una investigación de esta naturaleza requiere para cada cultivo una inversión aproximada global de u$s 20 millones. Los costos fueron cubiertos por los socios y fondos del Estado.