Desde aquel plan de Eisenhower que hizo posible el sistema de autopistas interestatales, con hasta tres carriles por mano, hasta el uso masivo del Mississippi para el transporte de mercaderías por medio de barcazas, o los trenes con formaciones extensas de vagones (con dos contenedores apilados cada uno), los Estados Unidos entendieron hace tiempo la importancia del transporte. Mejor: lo estratégico del transporte para que una economía se mantenga en movimiento. Y por supuesto, de más está decir el grado mayúsculo de protección y priorización de todo modo de transporte con bandera norteamericana encabezando la formación. Desde embarcaciones en vías navegables internas y puertos hasta aviones en el aire: si hay aviones esperando aterrizar, haciendo espirales en el aire, aterriza primero la aerolínea norteamericana.
Si en estos terrenos no hay coincidencia alguna, debería haberla al menos en el plano del transporte terrestre de granos, mayoritario en la Argentina, país líder en la exportación agrícola.
"La rentabilidad presente y futura de la producción agrícola dependerá de una infraestructura de transporte competitiva, confiable y eficiente en términos de costos. Vamos a instrumentar soluciones innovadoras para mejorar el sistema logístico sobre el que descansa la agricultura". Los dichos pertenecen al flamante presidente de la Coalición del Transporte de Soja, de los Estados Unidos, Ed Ulch. "No sirve aumentar la producción ni incrementar su demanda si no tenemos un sistema de transporte de calidad para conectarlos", amplió. La coalición no está formada por transportistas, sino por asociaciones de productores que entienden cuál es el quid de la cuestión hoy: la logística del transporte.