En el comienzo de la segunda década del siglo XXI, el mundo globalizado se transforma en un mar de oportunidades y más países demandan productos agroindustriales. La clave para ocupar un espacio importante estará en el capital conocimiento: harán falta más profesionales que piensen, operen, ejecuten y creen valor.
Desde sus orígenes, la actividad productiva del campo requirió de conocimientos específicos, que se orientaran a la lógica y al funcionamiento eficiente de los sistemas vegetal y animal. Con el tiempo, nuevas disciplinas se fueron sumando, especializando, e interconectando en eslabones más o menos integrados. Así nacen la agronomía y las ciencias agropecuarias organizando su marco teórico y dando lugar a la tecnología aplicada.
Ante un nuevo futuro y la necesidad de pensar con una perspectiva de contar con mayor cantidad de especialistas, que trabajen en equipo, con mentes abiertas que imaginan la creación y captura de una porción mayor de valor surge la propuesta de unificar a todas las disciplinas relacionadas con el campo y la industria, en el concepto de ciencias agroindustriales.
Visto desde la perspectiva de una gran cadena de conocimientos, ¿Por qué se la denominaría ciencia?, por ser un cuerpo creciente de ideas, ¿y agroindustrial?, pues sintetiza todos los procesos y actividades tecnológicas, que dan origen a los productos finales derivados del agro. Es así que cada eslabón de una cadena le va aportando un valor creciente al todo que genera. Los mercados demandan este valor creciente, pagan más por ello y, en consecuencia, la redistribución de ese valor genera mayor capital social para el país en su conjunto.
El creciente cuerpo de ideas de esta cadena que conecta el campo con el consumo local e internacional, se amplía a más disciplinas como la economía, administración, y producción agropecuaria; a la zootecnia, fitotecnia, forestación; mecanización agrícola, medio ambiente, biotecnología, hasta llegar a la industria agroalimentaria, y al agromarketing. Podríamos decir que es pura tecnología aplicada desde el campo, hasta la mesa y los hábitats de las sociedades.
Los "clusters"Los "clusters", definición académica del profesor Michael Porter, de Harvard, son "racimos productivos" que concentran todos los eslabones relacionados directa e indirectamente con un sector industrial o actividad productiva. Para lograr sus objetivos y ser efectivos deben incluir al conocimiento que generan las universidades, los investigadores, los profesores y los profesionales. Tanto desde el ámbito público como el privado es posible trabajar en conjunto. Los casos concretos de cluster en la agroindustria argentina son los del vino, los oleaginosos, el maíz, el avícola, el metalmecánico y el forestal.
La pregunta que resta hacer es qué rol juegan allí los profesionales de las ciencias agroindustriales. Podemos responderla a través de las profesiones que regula la matriculación nacional del Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA); en donde se concentran más de 30 títulos universitarios relacionados con la agroindustria. Ante un mundo que nos marca el camino de una "nueva economía de multitudes inteligentes interconectadas", en donde la imaginación, innovación, y la colaboración serán claves, las profesiones conformadas por las diversas disciplinas y especialidades de las ciencias agroindustriales, se potenciarán en una integración del conocimiento colaborativo, que va desde el inicio hasta el final de la cadena; desde las células mismas de vegetales y animales, hasta las góndolas. Así el país acompañará los grandes desafíos de cara a 2020.
El autor es profesor de agronegocios y marketing y presidente de Agrositio